Suelten amarras, dejen que la ilusión navegue
He leído con atención el manifiesto “Una ilusión compartida” firmado por, intelectuales, artistas, juristas y periodistas de reconocido prestigio entre lo que se viene a llamar la izquierda.
El manifiesto, de una redacción impecable, y que comparto prácticamente en su integridad, hace un llamamiento, uno más, a la unidad de la izquierda. Disiento en algo esencial: el manifiesto insta a agrupar en un proyecto común a todas las sensibilidades de la izquierda: “...la energía del tejido social puede consolidar una convocatoria en la que confluyan las distintas sensibilidades existentes en la izquierda y encontrar el consenso necesario para crear una ilusión compartida.” Deduzco, como han hecho los medios de comunicación, que tras esta frase está la solicitud de reconstrucción de la izquierda sobre una sopa de siglas.
El edificio de la izquierda efectivamente está ruinoso, pero el problema grave sigue estando en los cimientos, que podrán quedar ocultos bajo el escombro que un día soportaron.
No vale la reconstrucción, no cabe refundación alguna, quienes ocupan alguna de sus resquebrajadas oficinas y sueñan con rehabilitaciones que les permitan mantener su propiedad, tiemblan con la sola idea del desalojo.
La cuestión es de fondo, hace tiempo que las izquierdas que han tocado poder, o representación institucional, perdieron la sensibilidad, hace tiempo que los viejos aparatos de partido compatibilizan un discurso externo “de izquierdas,” con una acción diaria incoherente o de derechas. ¿Que puede ser peor? Claro, si entra a gobernar el PP será peor. Y no creo que cuanto peor mejor, ya hay bastante sufrimiento como para desear que se sigan agudizando los recortes sociales, incrementando las desigualdades, envenenando y destruyendo nuestra naturaleza.
Hace tiempo que ZP, al que apoyaron “los de la ceja”, muchos de los cuales han apoyado públicamente la llamada ley Sinde, o han guardado prudente silencio con la ilusión de que las políticas regresivas del PSOE fuesen reversibles en el corto plazo, traicionó su base electoral ejecutando políticas económicas, sociales y fiscales impuestas por los señores de las finanzas. Hace mucho, mucho tiempo, que se produjo una involución en las políticas ambientales. Pero no vale decir te lo dije, te lo dije, te lo dije. No hay margen para la regañina. Se necesita acción.
Veo dos condiciones para que el manifiesto “Una ilusión compartida” ganase en credibilidad.
La primera es poner en cuestión los cimientos del edificio. La casa roja se viene abajo, hay que hacerla desde los cimientos. Necesitamos una nueva ideología que pueda soportar la utopía de la aspiración a la felicidad colectiva, que integre a la naturaleza y a la solidaridad intergeneracional, que introduzca el tiempo futuro entre sus vectores de análisis. Que rompa con el productivismo y el consumismo. Que asuma los límites planetarios, los físicos y los ecológicos.
Los grandes valores de la izquierda están ahí, están siendo reclamados por el 15M y Democracia Real Ya, son los de siempre, la ética en las costumbres, pensar en lo colectivo, la solidaridad, la democracia sin cortapisas, la justicia universal, pero deben ser reformulados y reclamados sobre unos nuevos soportes ideológicos.
La segunda condición pasa porque quienes invocan permanentemente la unidad suelten el poder y se sitúen en igualdad de plano con la sociedad civil (ahora sí podemos esperar que exista una verdadera sociedad civil tras el 15M), hagan autocrítica y dejen que el río fluya sin obstruir ni querer gobernar los procesos.
Vivimos tiempos de ruptura con formas nacidas en el siglo XIX, se está aventurando una nueva transición. A diferencia de la anterior, ésta ha cogido a los partidos de izquierdas convertidos en maquinas de autoperpetuación de poder propio. A fuerza de no dejar espacios para el pensamiento crítico, la disidencia, la diversidad. A fuerza de quererlo todo. A fuerza del olvidar la política, se han encontrado de frente con una marea arrolladora que habla de política, que critica, que propone, que actúa, y que se auto organiza en red como si fuese un cerebro.
Cogidos por sorpresa, las elites de los partidos de izquierdas, llevan en su rostro la marca de un destino decadente. ¡Suelten amarras!, que hay mucha gente que quiere vivir y a vivir empieza, que hay mucha gente que quiere ser dueña de su destino. ¡Dejen que la ilusión navegue!
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