Fernando Bayona en acción
El viernes amaneció frío. Cuando llegué a la nave estudio de Fernando Bayona no habían dado las nueve, él ya estaba allí con su técnico de iluminación y su estilista. También estaba nuestro compañero madrugador Juan Costela, es el encargado de la comunidad universitaria.
Fernando ya tenía montado el decorado, no doy pistas. Me tienen dicho que no adelante acontecimientos, que es mejor que se publiquen antes las fotos. Uno de mis defectos es la extroversión sin medida, esto me lo ha dicho ya José Luis, el director de campaña. Si tomamos una decisión siempre digo ya, venga, vamos a ello. Pero las cosas funciona mejor por su orden, no por el que yo quiera imponerle. Él ya se ha dado cuenta y me frena a menudo, a veces tenemos que debatir y negociar.
Nos habíamos visto varias veces en los días anteriores, le contamos lo que queríamos, lo que deseábamos trasmitir. El artista escuchaba, proponía, escuchaba y decidía. Luego el estilista nos citó para vernos las caras, charlar un poco y en cooperación con Fernando indicarnos algunas directrices.
Entre las 9 y las 9:30 llegó todo el mundo, Carmen, la urbanista, Jess el creativo, José Luis el dire, Carmen Chica de distritos, Elsa de recursos y Antonia de administración. El equipo tiene más componentes pero nos citamos ocho personas, en función de la disponibilidad y también pensando en un número adecuado para las fotos.
Posar para un artista de esta categoría no es fácil, Fernando es muy exigente e incansable. Lo que pasa es que está lleno de recursos, actúa como si fuese director de cine. Cuando afina los detalles preliminares de la foto te sitúa en el lugar exacto, te dice lo que quiere de ti y entra en acción, uno acaba con la impresión de ser modelo o actor. Mide el detalle, el gesto, las manos, el ángulo exacto de la cabeza, los ojos, la expresión, la torsión del cuerpo, la tensión, la acción, todo. No para hasta conseguirlo. Si no lo haces, inventa situaciones para que entres en ellas psicológicamente, te pone ejemplos, construye expresiones y posados, salta al lateral y te espeta. Se acerca y te corrige. Así consiguió una tras otra todas las fotos.
¡La tengo!, decía cuando daba por finalizada cada foto. Varias veces rompimos en aplausos.
Pasadas las 10 de la noche salíamos de su estudio, aún hacía más frío, íbamos con la sensación de habernos divertido y mucho.
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