PALABRA DE OBAMA
La palabra es un arma cargada de futuro. En el principio fue el verbo. Esta sentencia bíblica está llena de sentido. ¿Acaso todo lo que sabemos no está dentro del lenguaje? ¿Acaso no es la gramática la estructura de nuestro pensamiento? ¿Podría ser la humanidad lo que es sin lenguaje? Rotundamente no.
Si alguien duda de la fuerza del verbo, que lea o escuche los discursos de Obama. Los grandes líderes siempre han hecho uso del hechizo de las palabras, grandes palabras para grandes ideales. Es cierto que en el lenguaje cabe lo mas mezquino, pero también lo mas solidario. Es cierto que la fuerza de la palabra puede usarse para destruir los vínculos universales, pero también para construirlos.
Hablando de vínculos, quien crea que las actitudes individuales pueden cambiar el mundo, se equivoca. Quien crea que las grandes transformaciones políticas pueden hacerse en la soledad del gesto, se equivoca. Quien crea que la intimidad aislada es el motor social, se equivoca. En sociedad no hay un solo acto individual que no sea un acto político, quien se considera apolítico, yerra por la raíz. Vivir en sociedad, vivir en la polis es hacer política, no hay escapatoria.
La función del líder es convencer de la necesidad de emprender un camino colectivo, un líder es una persona con fuertes convicciones capaz de trasmitirlas y convencer de que solo “juntos podemos”. Ahí estuvo la fuerza de la campaña de Obama, ahí está su potencia dialéctica, habló y convenció de que hay otro camino para los EE.UU, otro camino para la humanidad. Porque lo importante no son las metas, sino las direcciones que se marcan.
Hoy día la peor acusación que se le puede hacer a alguien que hace política, que actúa en la plaza pública, que pasa a la acción en el sentido que le dio Hannah Arendt en “La condición humana” o María Zambrano en “Persona y democracia”, es calificarlo de idealista. Estoy acostumbrado; a Obama también se la ha tachado de idealista. Ser idealista es defender ideas trascendentes contra la costumbre social o el acomodo, ser idealista choca contra la indolencia y la apatía, contra la desidia y la resignación, el idealista se mide contra el pragmatismo de la política práctica. El político idealista quiere ganar para transformar el mundo desde el poder legal, el político pragmático quiere ganar para ostentar el poder. El idealista no tiene miedo, por eso el discurso de Obama es contra el miedo. La política ejercida desde el pragmatismo tiene por norma dar la razón a todo el mundo para luego hacer lo que le venga en gana, ese es uno de los males que sufrimos. Una política banal y continuista. Defender con fuerza tus ideas no significa incapacidad para llegar a acuerdos. Ejercer el liderazgo político requiere capacidad de convicción, pero agotada ésta requiere capacidad para buscar los puntos de encuentro sea quien sea el adversario.
El discurso presidencial de Obama marcó nuevas direcciones en todos los frentes que verdaderamente importan a la humanidad, menos belicismo, mas tolerancia; menos desigualdades sociales, mas prestaciones públicas; menos energías fósiles, mas energías renovables; menos individualismo, mas responsabilidad social; menos liberalismo económico, mas estado; menos discriminación racial, mas multiculturalidad; menos matonismo, mas humildad; menos elitismo, mas responsabilidad individual. Sí, mas responsabilidad. Palabra de Obama.
1 comentario
Contradicciones -
Pero entonces, y refiriéndonos al presente artículo: ¿en qué quedamos? ¿Es el idealismo una actitud a evitar en un político? ¿O es un motor, como lo ha sido en la palabra de Obama? ¿El autor condena el pragmatismo porque conduce a la banalidad y ensalza el idealismo porque conduce a la acción, o todo lo contrario?
¿No será que Mario Ortega está defendiendo una especie de "fórmula mixta", un idealismo creativo que genere fuerza suficiente para proponer soluciones concretas? ¿En qué consistiría?