TOP MANTA
Mario Ortega
Antes, según el stablishment que dicta lo que socialmente es reprobable y reprochable, todo consumidor de copias de música ilegales era un malandrín por alimentar un mercado de mafias que tratan mal, y explotan, a los pobres manteros. Ahora, además, con la reforma en vigor del código penal, que aumenta las penas por piratería de la propiedad intelectual y de la propiedad industrial, abanico en el que caben las copias de CD´s, estará promoviendo la criminalización del inmigrante y su posible encarcelamiento. Esto ha ocurrido hace unos días en Bilbao.
Una vez más, como siempre, paga el débil, se criminaliza al último de la fila y se le provoca mala conciencia al sufrido consumidor. Todo ello porque no compra la música de hipermoda en el correspondiente establecimiento autorizado, al módico precio de no se cuantos larguísimos euros, cuando hoy la tecnología permite obtener copias domésticas de alta calidad por un precio veinte veces inferior. Ahora que tenemos la tecnología para abaratar un producto, no podemos hacerlo legalmente. Y, con el cuento de los gastos en marketing, publicidad y merchandising, las discográficas lo mantienen carísimo e imposible de adquirir, precisamente por el sector de población joven al que va dirigida toda la artillería mediática disponible para ablandar sus sufridos bolsillos.
Y es que no nos damos cuenta que el pirateo informático de música, practicado masivamente por la gente joven y usuaria de PC´s y web, y la adquisición de música de consumo, de la que se ve sobre la manta, o de la que te muestran unas manos negras y blancas, que a lo mejor han sufrido el pánico de la patera batida por las olas, es el producto del mismo marketing voraz que practican discográficas poco escrupulosas y mal acostumbradas a grandiosos beneficios inmediatos por la venta de música de consumo vertiginoso y placer pasajero. Como le oí decir a Rosendo preguntado por su posicionamiento en tan delicado tema: «yo, cuando el casete, he sido el artista más pirateado, ahora, lo que pasa, es que les ha tocado a todos». Por ello, que no olviden los cantantes y músicos de moda en los Cuarenta Principales, en “Emtiví” y en el Top Ten, que la mayoría de los intérpretes de clásica con años de estudio y dedicación, los de jazz con fuerza creativa, los flamencos con el arte en ‘la masa de la sangre’, los de ópera con disciplina espartana, y los roqueros, poperos y demás géneros se buscan la vida en los escenarios, en las giras, y de cara al espectador en el difícil envite del vivo y el directo, y no reclaman, en general, persecución contra nadie ni contra nada.
Creo que la bondad de la tecnología debe ser para todos, no solo para las discográficas. Si cualquier chaval se copia el último de moda por el precio del CD virgen, si en la manta o la mochila la compra a tres euros, ¿por qué la multinacional lo vende a un precio muy muy superior? Si se debe a los gastos de promoción y publicidad, es que para vender mucho mucho hay que insistir mucho. Y si es por los derechos de autor, serán los derechos de los pocos tocados por la varita mágica del gran hacedor de mercado; pues, montones de buenos creadores habitan las profundidades de lo ignoto para el gran público.
Y es que, como dice un amigo, «mi único problema con el Top Manta es que no encuentro lo que quiero». Por eso, por qué no demuestran las multinacionales del disco su bondad contratando a los manteros para que vendan en la calle, a un precio razonable, ediciones baratas para manta, y convirtiendo, de este modo, en legal lo que muchos vemos ilegal como consecuencia de lo injusto. El libro tiene ediciones de bolsillo, las películas ediciones de quiosco. La música podría tener ediciones de manta. Por cierto, recordar que tal vez la mejor música está siempre bajo el foco relumbrante de la feria mercantil de las multinacionales del disco.
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