Ni conservantes ni colorantes
Mario Ortega
Es conocido el interés y la práctica de infinidad de marcas comerciales por pintar de verde sus productos. Desde hace ya bastantes años los prefijos y sufijos bio, eco y verde se incorporan a eslóganes, marcas, logos y mensajes de la mercadotecnia. Los publicistas, genios ocultos, lo saben y lo practican. Las connotaciones con la salud, las prácticas medioambientales respetuosas y el respeto por la vida subyacen más allá del inconsciente de los consumidores.
Viene a cuento esto por las declaraciones de la todavía recién nombrada ministra de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino, extenso nombre de un ministerio que bien podía llamarse solo de medio Ambiente sin aplicar redundancias y, tal vez con las mismas competencias. “Voy a pintar de verde el ministerio,” afirmó Rosa Aguilar en un alarde de vacuidad metafórica. Pero no, la señora ministra sigue anclada en la percepción de que el ecologismo es única y exclusivamente un accesorio del decorado político, un aditivo con dos funciones la de colorante y la de conservante.
Pero las formas de Aguilar no traducen el fondo de sus políticas, ni las pasadas ni las presentes y, estoy seguro, ni las futuras. Rosa se prestó hace aproximadamente un año y medio a pintar de rojo el gobierno de la Junta de Andalucía. Flor de un día fue, ya marchita. Tras el primer efecto mediático de Griñán al abducir a la alcaldesa de Córdoba, lugar donde Doña Aguilar se llevaba más que bien con constructores y jerarquía eclesial cajasureña, donde hacía planificación urbana destructiva, mientras livianamente construía un carril bici de vez en cuando para pintar de verde su caos urbano extramuros de la judería. Ahora ya la ciudad será entregada al gobierno de PP en bandeja de plata.
En la cabeza de Rosa ya estaba hace más de 10 años el campo de golf en el entorno protegido de Medina Azahara. Ahora lo resucita el gobierno andaluz, con la complicidad del gobierno cordobés de IU bajo el epígrafe de “tormenta de ideas,” tormenta que devendrá huracán en el entorno del palacio califal que fundó Abderramán III.
Rosa ya ha marcado sus posiciones en el ministerio, una sonrisa a las organizaciones sociales ecologistas, un vamos a ver que podemos hacer, y días después a Europa a fomentar la pesca destructiva del atún rojo. Después nombró a un director General de Calidad y Evaluación Ambiental, un tal Jesús Huertas que fuera alcalde de Peligros en Granada en una de las épocas más nefastas de la planificación urbana y crecimiento insostenible de esa localidad metropolitana. Huertas es manifiestamente anti-ecologista en sus hechos y actuaciones, pertenece a ese sector del PSOE amplísimo que ha entendido el urbanismo como una forma de financiación municipal cuna del cliéntelismo y el crack financiero público, es amigo de los constructores. ¿No lo sabe Aguilar?
La ecología política no es un colorante, alberga, por decirlo de alguna manera lo que está siendo ya en Europa y sobre todo en Alemania propuestas económicas, sociales y ambientales que son para esa ciudadanía el referente de izquierdas del siglo XXI. El Green New Deal o Nuevo Acuerdo Verde plantea qué hacer para acometer al ultraliberalismo económico actual que ha resucitado la tradición de Adam Smith en la nube de las bolsas y la ingeniería financiera. Lo hace sobre un nuevo paradigma de interpretación del mundo que incluye la percepción de los límites biofísicos, los límites termodinámicos, el darwinismo ecosistémico no determinista, y el principio de precaución.
Tampoco es un conservante, no es un valor añadido, es sencillamente un nuevo corpus ideológico. Sí, efectivamente responde a la tradición de los valores de izquierdas, libertad, igualdad, fraternidad (solidaridad), no viene de la nada. Quienes, procedentes de la izquierda tradicional, del PCE o de IU, piensan legítimamente que pueden seguir haciendo política activa por el solo hecho de vestirse de verde están abocados a la reclusión en espacios de influencia reducidos. Es la diferencia entre el ser y el estar. Entre la forma y el fondo. Si la ecología política aumenta su espacio electoral en el futuro en todos los territorios del estado será, desde luego, por su generosidad integradora, pero hará falta también que quien quiera seguir haciendo política desde la izquierda comprenda las razones centrales de la ecología política.
Lo dicho, ni conservantes, ni colorantes.
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