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Blog de Mario Ortega

AÍMONOCE

AÍMONOCE

por Andrés Sánchez

-En mi país -dijo Alicia, que todavía jadeaba un poco al hablar-, cuando se corre durante algún tiempo en una determinada dirección se suele llegar a alguna parte.

-Tu país debe ser algo lento -comentó la Reina-. Aquí tienes que correr a toda velocidad para poder permanecer en el mismo lugar…”.

Alicia a través del espejo (Lewis Carroll)

Si Zapatero hubiese sustituido en sus lecturas estivales los tochos de Stieg Larsson por la Alicia de Carroll, él y nosotros habríamos salido ganando. Porque quizás haría política económica desde el lado correcto del espejo.

Entre las diversas situaciones por las que pasa Alicia en su viaje al mundo tras el espejo, dos resultan especialmente apropiadas: el encuentro con Humpty Dumpty y la carrera con la Reina Roja. El primero nos muestra el limitado poder del poder, valga la redundancia. El segundo, que el sentido común puede ser nuestro peor enemigo.

Al presidente del gobierno le será familiar la tesis del humano ovoide (o del huevo humanoide), de que las palabras significan… lo que el que manda quiera que signifiquen. Por ejemplo, se puede decir que no se modificará el impuesto sobre la renta, para a continuación eliminar la de reducción lineal de 400 € sobre la cuota del IRPF; declarar que son los ricos (¿o eran los poderosos?) los que pagarían más, aunque eso no significa reimplantar el mismo impuesto sobre el patrimonio (el que pagaban el 4% de los que más propiedades tienen) que eliminó en enero de ese año. ¿Querría decir en este nuevo mundo la palabra “poderoso” lo que en el viejo venía a ser “consumidor”? Porque por lo que opta es por subir dos puntos el IVA.

Se puede culpar de la crisis al “capitalismo especulador” y dejar intocadas las SICAV (las sociedades instrumentales para la compra/venta de activos financieros), con el argumento de que estos capitales “huirían”… Aun reconociendo que más que contribuir a financiar la inversión aumentan la volatilidad y los riesgos de los mercados financieros. Mientras tanto, las PYMEs tributan por sus beneficios veinticinco veces más que las SICAV.

Por último, si el que manda dice que la culpa de fondo es del modelo productivo, y que hay que cambiarlo priorizando el conocimiento y la sostenibilidad, se hace, aunque sea reduciendo los presupuestos para I+D en un 37% y los correspondientes a las políticas ambientales en un 14%.

Sin embargo, el poder tiene límites. A Humpty Dumpty (que no dejaba de ser un huevo) le dio por encaramarse a un muro, pasear por él, con la seguridad del apoyo del rey: “si me caigo, enviará a todos sus caballeros para que me recompongan, me dio su palabra”. Como sabemos, es más fácil freír un huevo que desfreírlo, romperlo que recomponerlo… así que de poco le sirvió al pobre Humpty el compromiso real. Para luchar contra la entropía hace falta algo más potente que las palabras, y la crisis no la van a conjurar el G20 a golpe de declaración “restauradora de la confianza”. El poder del poder está limitado… al menos, por la entropía.

De todos modos, la pregunta es por qué quiere el gobierno socialista subir los impuestos. En realidad, tanto por sus declaraciones como por sus acciones, el objetivo parece ser reducir el déficit público. Si estuviesen persiguiendo fines redistribuitivos, o modificar los incentivos del mercado, no elegirían una cesta de impuestos tan claramente recaudatoria. Además, no estarían negociando con grupos parlamentarios a todas las bandas, para quedarse con la combinación que acepte el grupo que sea.

Reducir el déficit es lo mismo que pide el PP, con su fórmula de austeridad y apretarse el cinturón “como una familia” (qué pavoroso ver el Estado como una familia, aunque deberíamos estar acostumbrados viviendo en una monarquía). La diferencia está en el reclamo electoral escogido por cada partido: para el PSOE es mantener la protección social (lo que implica reducir otros gastos y aumentas los ingresos vía impuestos), mientras que Rajoy opta por bajar los impuestos (y por consiguiente, una mayor bajada del gasto público). La estrategia del PP no sorprende: sigue las reglas de su lado del espejo. Quien está descolocado es el gobierno socialista.

Zapatero anunció (aunque bien pudiera ser una errata, o una improvisación/adaptación/invitación a la concertación) que la subida de impuestos será temporal. O sea, que durante la crisis se suben los impuestos, y cuando escampe, los bajará. Una lógica más contable (¿será la aportación de Salgado a la economía política española?) que económica, sobre todo para quien en algunas ocasiones reivindica a Keynes. Es keynesianismo… ¡especular! Quizás ésta sea la razón inmediata de la marcha de Jordi Sevilla. Si necesitó dos tardes para explicar la diferencia entre progresivo y regresivo, ¿cuánto le llevaría la Teoría General de Keynes?

La propuesta del gobierno tiene todo el sentido común: el gasto público lo tiene que sufragar alguien, ahora es más necesario que en la época de bonanza… luego recaudemos más incrementando temporalmente los impuestos. Pero lo que le sobra de sentido común le falta de sentido económico. El keynesianismo de Zapatero es como la carrera de la Reina Roja: la economía puede correr lo que quiera con más gasto público, pero al financias éste con impuestos… se desplazará el suelo del gasto privado en sentido contrario del público, compensándose. Y cuanto más se corre, más veloz se desplaza el suelo. Como subir unas escaleras mecánicas a contramano.

El núcleo de la política económica keynesiana no es que el gasto público ayuda a salir de las recesiones, sino que es el déficit presupuestario (es decir, el gasto público financiado con deuda) el que sostiene el incremento de la demanda efectiva necesario para impulsar el crecimiento. Claro que esta deuda habrá que pagarla en algún momento, pero como dijo aquel, en el largo plazo… todos muertos. Tan keynesiano es invertir en un estado del bienestar al modo de Roosevelt (o ahora Obama), o en desgravaciones fiscales a los ricos e incrementos en los presupuestos militares, como Reagan (aunque éste complicó las cosas con la política monetaria durante un tiempo). Lo que propone Zapatero (más impuestos en la recesión, y reducción de impuestos durante la bonanza) es procíclico y antikeynesiano. Y si insuficiente es el keynesianismo… cuánto más lo será tomar como modelo el Keynes del otro lado del espejo.

Evidentemente se podría hacer una política impositiva coherente, y que ayudara a dar más solidez a nuestra economía. La cuestión está en no tener como objetivo la recaudación a corto plazo, sino introducir incentivos al cambio de la economía: internalizando costes ambientales (veremos en qué queda el nuevo globo sonda del supuesto ecoimpuesto sobre los combustibles), desincentivando la especulación financiera (equiparando los beneficios procedentes de operaciones de compraventa de activos financieros a los que producen las PYMEs con su actividad), procurando hacer más equitativa, si no más justa, la tributación… Y algún día habrá que hablar que hay vida más allá del keynesianismo.

Alicia volvió a su lado del espejo, con un fuerte dolor de cabeza. “Al menos esta reina no corta las cabezas”, se consoló.

Al otro lado, la Reina Roja seguía corriendo… para no moverse.

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